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    ¿Por qué ladrar, si puedo soñar?  Sin duda, uno de mis mejores momentos es cuando sueño. No me refiero a los sueños durante la vigilia. Me gusta soñar despierta, con los ojos cerrados, el cuerpo tendido y abandonado, la respiración profunda. Cuando sueño despierta, imagino todo tipo de aventuras, construyo rompe-cabezas imposibles, y genero un montón de detalles con los que producir mis ideas y planificar su viaje a la realidad. Para aprovechar de verdad el ejercicio de soñar, previamente he debido alimentarme de mi entorno física y emocionalmente. Últimamente he dedicado mucho tiempo a este entretenimiento de soñar, porque he recibido mucho sustento del talento que existe a mi alrededor. ¡Me ha sentado estupendamente!. Por fin me acerco al principio de un nuevo tiempo y estoy emocionada. Ah!....y además mientras sueño, no ladro.....¡qué silencio!. Abrazos de la brujuleadora
Esta tarde no bailan las golondrinas, ni salpican mis pies cuando surcan el agua. Esta tarde no oigo el ruiseñor, ni huele a romero el campo. El cerezo observa su reflejo en el espejo de la charca y yo me acuerdo de ti, ocaso serrano. Dormid tranquilos, ahora que no estoy. Despertad alegres, y acordaos de mí. Otros llegaron, y ahora os ocupan pero yo… os amo… y ellos… tan solo escuchan. Guardadme un lugar humilde al que poder volver, en el que guarecerme cuando llegue el frio. Esta tarde hace calor, y en la calle de mi casa algarabía. Esta tarde me dejé llevar y.... hasta aquí os he traído.
Nosotras El relato de tus viajes. El canto de tus palabras. El aroma de tus emociones. El color de tu semblante.    Tu compañía. Tu lealtad. Tu fiero ímpetu. Tu generosidad. Mi refugio. Mi alegría. Mi vanidad. Mi libertad. Mi amiga, la mar, y una servidora, ¡somos así! La brujuleadora de caminos
Consejos perdidos De todos es conocido, que el sol termina saliendo detrás de la tormenta y, a ún así, nos empeñamos en alimentar nuestras nubes mentales. Mi abuela ya lo decía. Pero, ¿por qué no le haría caso? De todos es conocido, que en raras ocasiones aprendemos en cabeza ajena y, peor aún,  la mayor de las veces tampoco en la propia. Mi abuela ya lo decía. Pero muchacha, ¿por qué no me haces caso? De todos es conocido que existen los días nublados y entonces, aún sin querer, nos pesa el alma. La brujuleadora de caminos